IIF – 83. The Last Battle (III)

III. PARANOIAS

Aparte del tema del transporte a Munich, y de si valía la pena conservar el coche, había otra cuestión importante. Y es que el viernes que viene es laborable en todo el país. Para ir a la entrevista, debo pedir un día libre.

Hice cuentas: tenía ya pillados dos días para visitar a Dani y Hajnalka en Helsinki; el billete me lo había pillado dos meses atrás. Las vacaciones de mayo, unos seis días, también. Otros ocho para Navidades. En junio se casan Diego y Tamara, un sábado por la tarde. Si no me pillo el viernes y el lunes libres, no llego a la ida ni a la vuelta. Y los días que me sobren de todo esto, en principio, eran para principios de septiembre.

De los 26 días de vacaciones que nos dan aquí (en otras regiones de Alemania son 28 ó 30), me quedaban ocho por asignar, si no me equivoco. Con cinco días hago una semana entera de vacaciones: puedo salir de viaje un viernes por la tarde, llegar sábado a la tarde-noche, y al domingo de la semana siguiente me vuelvo a Alemania… son pocas vacaciones “reales”, para tantas horas de viaje. Aparte, sería difícil conseguir vuelos para sábado y domingo por la mañana. Necesitaba el viernes para ir, y el lunes siguiente para volver. Así cundirían más las vacaciones.

Esto me dejaba un solo día libre: el de la entrevista.

Si la entrevista salía mal, y me tenía que presentar a otra entrevista para otra empresa, tendría que acortar alguno de los viajes. Navidades y mayo eran intocables, por las fechas. Por tanto, se tendrían que joder las vacaciones de septiembre, o tendría que renunciar a la boda. A menos que las próximas entrevistas las haga sólo por Skype, tenía que apostar.

Nunca he sido una persona de arriesgar… y sin embargo muchas veces me he visto obligado a asumir riesgos sin previo aviso. Con ésta ya van dos apuestas de riesgo en lo que va de semana.Entonces se me pasó por la cabeza una frase: la vida sonríe a los audaces (audacibus vita subriet… que dicho así, podría atribuirse a Cicerón, Séneca o Pijus Magnificus).

Luego me vino otra idea: si me pedía el día libre, igual mi jefe quería saber para qué. En teoría no tienen derecho a exigir explicaciones: es mi día libre, y hago con él lo que me da la gana. En la práctica, esta gente son unos cotillas. Y yo no sé mentir. Por otra parte, tenía un cierto miedo a las represalias. A la gente que se va de la empresa, los tienen el resto del tiempo apretando tornillos en la fábrica. Algunas cosas no han cambiado con la caída del Muro.

Mi amigo Juan había cambiado de empresa hacía poco. Le llamé para pedirle consejo sobre cómo gestionar el tema. Me dijo varias cosas interesantes.

Además de que mis compañeros no tienen por qué preguntar qué hago yo con mi día suelto (aunque lo harán, por cotillas; si hace falta, Juan me daría una coartada), era conveniente que hiciera noche en Munich, para ir más fresco a la entrevista. Hacerse un viaje de casi 400 km en coche para ir directo es un riesgo demasiado alto: puede estropeárseme el coche y llegar tarde, o llegar yo cansado y cabreado por un atasco.

Por otra parte, él tenía otra visión sobre el asunto de irse un mes a apretar tornillos: “Pues te vas un mes a apretar tornillos, y cuando pase el mes, que les den por el culo, y ya no vuelves a verlos más”. Cierto… a veces le doy demasiada importancia a ciertas cosas, como despedirme de la gente a buenas.

Además de contarme su experiencia cuando cambió de curro, me dijo que él también se volvía a España, le había salido un curro interesante cerca de Valencia. ¡¡¡De puta madre!!!

En mi caso no es Valencia a donde iría… pero sigue estando más cerca que Munich o Düsseldorf, y hablan mi idioma 🙂

Al día siguiente, aproveché la pausa del almuerzo para llamar a la oficina de España. Como una parte de la entrevista era con ellos por teleconferencia, quería confirmar que la cita era el viernes e inamovible: si lo cambiaban, no sé si podría anular el día libre, y ya se me complicarían las cosas con las vacaciones y demás. Si bien ese día me lo podría pasar en casa tocándome los cojones, o hacer alguna escapada.

Mientras hablaba con los españoles, pasó por al lado algún compañero de curro. Por suerte, ninguno habla español. Y por suerte… mi jefe estaba de vacaciones, por lo que el que tenía que firmarme el parte era su sustituto. Éste no tiene ningún motivo para sospechar que me iba a una entrevista de trabajo. Mi jefe sí tenía bastantes.

Pero el sustituto tampoco sabía cómo iban mis proyectos. “Si llevas tu trabajo al día y no se te viene ningún plazo encima, te firmo el permiso de vacaciones sin problemas”. En aquel momento no tenía ningún proyecto asignado, ni plazos que cumplir. Mientras esperaba faena “más seria”, me dedicaba a apagar pequeños fuegos menores.

Permiso concedido.

BARVADER ‘16

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