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BBÑ – 2. Welcome to Logroño

23/11/2018

Lunes, 13 de Junio de 2016. Tal y como es costumbre en Donosti, amaneció nublado; incluso amenazaba lluvia. Desayunamos en una cafetería de la zona, y continuamos el viaje.

La carretera que salía de Euskadi estaba llena de cuestas, curvas y túneles, ya que es una zona muy montañosa. Eso sí, los paisajes -de los que yo apenas pude disfrutar, ya que conducía-, son preciosos. Algo bueno tenía que tener el clima del Norte.

Nunca había pasado por estos lugares… y sin embargo, mola más conducir cuando conoces los sitios por los que pasas, o a los que indican las señales de desvío, aunque sea sólo de oídas: Vitoria, Pamplona, Tafalla, Estella, Calahorra… Una de las pocas veces que sentí eso en Alemania fue cuando atravesé la Cuenca del Ruhr (Dortmund, Leverkusen, Münster, Düsseldorf…), el resto de veces no tenía ni puñetera idea de dónde estaba XD

Atravesamos el límite autonómico de La Rioja. ¡Bien! Y luego atravesamos el de Navarra, para 1 km después, volver a pasar a La Rioja. Por un momento temí que estuviéramos conduciendo en círculos.

Ya hemos llegado 😀

Logroño está a un tiro de piedra de los límites de Álava y Navarra (de hecho, al norte de Logroño confluyen ambas regiones con La Rioja). Poco después de salir del peaje de la autopista, cruzamos un puentecillo con su correspondiente limitación de velocidad y radar, por si había olvidado que estaba en España. Al otro lado del puente ya se veían los edificios de la que iba a ser mi nueva ciudad.

Eso sí, al salir del puente tuvimos que hacer una mini-chicane, porque íbamos por el carril izquierdo, y de repente nos encontramos con que el desvío que debíamos tomar estaba a la derecha. Tiempo después comprobaría que tampoco habría sido muy traumático haber seguido la carretera.

Orientados por el GPS de mi padre, llegamos a la residencia de estudiantes donde me alojaría provisionalmente, hasta que encontrara casa. La empresa me había reservado la habitación para un mes; se supone que en ese tiempo podría verme toda la ciudad -que es pequeñita-, decidir en qué barrio quería instalarme, y buscar casa. La residencia se hallaba en los límites de la ciudad; no muy lejos se veían las montañas, con algunas cuevas. Y al otro lado de las montañas -si no antes-, estaba Euskadi.

Como decía, tenía habitación para un mes. “Y además no podrás prorrogarlo en caso de necesidad, ya que tu habitación ya la tengo reservada para el 14 de julio”. LoL. Bueno, tengo entendido que aquí hay más oferta y menos demanda de viviendas que en Freiburg. No obstante, habrá que darse prisa.

Fuimos sacando las cajas de los coches y dejándolas en la habitación. Ésta era bastante espaciosa, con un pequeño baño propio y una mini-cocina con neverita, un par de estanterías para dejar comida, fregadero, y una vitro, pero de la mitad de tamaño de las que la gente suele tener en su cocina. Acostumbrado a vivir en mi propia casa, no me terminaba de gustar la cocina tan pequeña… pero bueno, sería provisional.

Una vez descargados los coches, nos fuimos hacia el centro. Serían las 13:30 h, y había bastante tráfico. Por lo visto -y eso es algo que mucha gente comenta por todo el mundo-, en Logroño la gente conduce bastante mal (al menos se lo toman con calma; en Valencia conducir es lo más parecido que existe a un combate a muerte entre coches). Pasando por la Avenida de la Paz vimos algunos comercios interesantes (alimentación, ferreterías, ópticas…)

Desde luego, se nota que ya no estoy en Ilmenau, aquí hay más vidilla. Y eso que Ilmenau era lo mejor que tenía por la contornada, sin llegar a Erfurt; pero Erfurt ya era una hora hasta el curro, y tenía alquileres prohibitivos.

A mi padre le hacía ilusión ver el sitio donde yo iba a currar a partir del jueves. Comprobamos que el centro de la ciudad es todo zona azul, y que aun así no había dónde aparcar. Mi padre dejó el coche en un hueco que vio. Se fue a buscar el parquímetro, o eso quería yo creer. Mi tío desapareció durante cinco minutos; no sé si fue a ver dónde estaba la entrada del curro, a comprar pan, o a ver si tenían polos de limón en algún lado. “Tú quédate aquí en el coche, por si vienen los que vig la zona azul”. Pero sin las llaves, y casi sin batería en el móvil.

Mi padre tardaba. Y aunque yo hubiera tenido las llaves para moverlo… habría sido muy divertido pillar el coche de mi padre (más grande que el mío, y hace años que no llevo un diésel), sin saber usar su GPS ni su manos libres, para dar vueltas por una ciudad que no conozco, en busca de un sitio para aparcar que no existe.

Entre esto y un par de anécdotas más… me ha quedado claro que lo mío de meterme en berenjenales cuando voy de viaje, al igual que la calvicie, es genético XD

Al final aparecieron los dos hermanos, y salimos de allí. Pasamos por delante de la puerta de la oficina; al día siguiente, viendo la puerta de cerca, descubrí que la entrada principal estaba al otro lado del edificio. Por lo que me contaron días después, aquélla era la entrada del bajo comercial donde estaba la empresa, así que contaba como domicilio oficial a efectos legales, aunque no fuera más que una puertecilla metálica con aspecto de usarse poco, y la entrada chula estuviera en otra calle.

Aparcamos un poco mejor en el centro, junto al Paseo del Espolón, en la “Plaza de la Paz”. En Logroño hay varias calles que tienen nombres parecidos, como comprobaría días después. Justo detrás de donde dejamos el coche había una sucursal del banco en el que trabaja mi padre. Nos acercamos a saludar. Aunque no tenía claro si me haría la cuenta ahí… al final todos los bancos tienen sus trapos sucios; aquí al menos me tratarían mejor, al ser hijo de empleado, y no vendían preferentes a la peña. Aparte de que podría sacar pasta en bastantes cajeros sin que me cobraran comisión, que es lo que importa.

Tras estar un rato charlando con la gente del banco, fuimos a dar una vuelta. A pocos metros del Espolón estaba el mercado municipal de San Blas. A mi padre le gusta comprar en mercados. Aunque sea más caro que un súper, los ingredientes son más frescos, la comida sabe mejor, y uno encuentra más variedad. Aprovechó para llevarse unos pimientos, ya que los de La Rioja tienen fama. Mi tío se llevó más cosas, ya que él estaba “más cerca de casa”, y no se le mustiaría nada por el calor.

Eso sí, no pilló polos de limón, porque se le iban a derretir.

Y detrás del mercado estaba la famosa calle del Laurel.

La calle Laurel en sí no serían más de 200 metros (a ojo), sólo de bares. Pero se conoce como “zona Laurel” a esta calle, San Agustín, y dos más. Podríamos compararlo con el Tubo de Zaragoza, el Húmedo de León, o el París-Dakar de Santiago. Al Laurel se lo conoce popularmente como La Senda de los Elefantes, ya que según la leyenda, “todo el que entra sale a cuatro patas y con trompa”.

Posteriormente comprobaría que a veces la realidad supera con creces a la leyenda.

También comprobaría que en el suelo hay una línea trazada con adoquines, que hace muchas eses. Se trata del camino de vuelta que suele seguir cualquier persona que se meta en esta calle XD

Mi padre me dijo que eligiera yo un bar, tras haberles echado un vistazo a todos. Pero renuncié a tal honor; yo tendría tiempo de sobra para probarlos todos… a menos que muriera en el intento. Al final aplicamos el criterio más fácil: aquel ante cuya puerta nos habíamos parado, El Abuelo. Nos hicimos unos cuantos pintxos: lomo, pimientos rellenos, tortilla… más una ración de queso y otra de bacalao a la riojana. Éste, por cierto, recuerda bastante al bacalao a la vizcaína. Al menos, para los no entendidos.

(Que luego los valencianos somos los talibanes de la paella).

Como yo no tenía que conducir, cuando me terminé la cerveza me animé a tomar un vino. Habrá que ir acostumbrándose al rioja, digo yo. Aquí los bares suelen tener vinos de crianza y jóvenes (“del año”). Todo crianza que se precie debe estar bueno. Los vinos jóvenes, por el contrario, suelen tener matices afrutados y varían de un año a otro. Y no tienen por qué ser malos ni peleones: el que probé yo estaba muy bueno 🙂

Nos tomamos un cafelito en un bar próximo, y volvimos a la residencia. Mi padre y mi tío se despidieron: mi tío conduciría hasta Zaragoza; mi padre se lo pensó por el camino, y decidió que por tres horas más, podía cenar y dormir en su casa. Y yo por mi parte, me instalaría en la habitación, y me iría planificando los dos próximos días, para ir aclimatándome a mi nueva ciudad. A partir de ahora, volvía a estar solo.

O acompañado por mí mismo… que no es lo mismo 😛

Para celebrar que la mudanza se había completado con éxito (a falta de buscar casa, hacer papeleos, etc.), decidí cenar fuera e irme de vinos. Como eran las 22 h pasadas de un lunes, temí llegar tarde al Laurel -ya que había un trocito hasta allí- y quedarme sin cenar. Así que me metí en el primer bar que vi por el camino. Bocata de tortilla de choricillos caseros. Acojonante.

Mientras cenaba, me fijé en que había dos tipos más en la barra; de vez en cuando, venía alguien más, se tomaba un vino, y se iba. Los dos “fijos” de la barra también tomaban vino. Me sentía fuera de lugar con mi cerveza 😛

Después de cenar, decidí continuar hasta el Laurel. Aunque estuviera todo cerrado, igual algún bar aguantaba con los golfos del lunes. Tenía curiosidad. Y si no quedaba nada de nada, pues al menos me paseaba.

Para sorpresa mía, no sólo estaban casi todos los bares abiertos (menos los que descansaban los lunes), sino que además estaban llenos, y la gente seguía comiendo. Eran las 23 h pasadas, de un lunes por la noche. El viernes pasado a las 21 h, Ilmenau estaba desierto, y prácticamente no había sitios para cenar abiertos. Así por lo pronto, me está empezando a gustar lo del cambio de país XD

Estuve tomando vinitos en un bar, alternando crianzas y añeros. Cuando estaban cerrando, le pregunté al camarero si aquí la peña es así de golfa, que sale un lunes. En Valencia no recuerdo haber visto tanta peña por metro cuadrado un lunes, ni siquiera en zona universitaria. O igual es mi falta de costumbre.

“Pues no sé, lo normal”.

Tuve que aguantarme la risa. No quiero ni imaginarme cómo estará esto un viernes por la noche… mejor aún: lo viviré en primera persona XD

Aún hubo un vino más en un bar pequeñito que había cerca, y lo cerré. No salí a cuatro patas de la Senda de los Elefantes, pero contento iba un rato 😛

Lo de irse de juerga entre semana me iba a durar poco, ya que en dos días empezaría a currar. Pero mientras tanto, técnicamente estaba de vacaciones, y el regreso de Alemania había empezado con muy buena pinta (o muy buen vino, según se mire).

Welcome to Logroño.

BARVADER ‘16

PD. Sí, este capítulo lo escribí al día siguiente de los hechos.